Acabo de ver tu regalo y pensé en guardarlo, en mantener su aroma hasta el momento que sea una anciana contando historias de héroes jóvenes, desee que de mi memoria no se borre ni un instante, ni las sonrisas, ni las lagrimas, ni tus frases y comprendí que el punto final llego.
Hace poco más de un año renuncie a ser la sanadora de tus heridas sin saber que me convertirías en una pieza fundamental de tu vida. Nunca quise oír motivos, ni razones, tampoco los nombres de las huellas sobre la arena, ni los títulos de nuestra vida, lo nuestro existió y sin darnos llegamos donde estamos.
Me volviste indispensable porque me moldeaste a tu medida, me enseñaste a sostener tu cabeza, a acomodarme en tu sillón, a escuchar tus conversaciones retoricas, a confortar tus inseguridad, a disfrutar de la emisora de rock, a recordar las películas, la música de fondo, a callar cuando los celos me invadían y acompañarte en cada nuevo reto que te proponías.
Luego de tres años comprendiste lo que quería, lo que soy, lo que tu quisiste que yo sea, y tras recorrer los recuerdos y los lugares, caí en cuenta que nunca tuvimos una canción, que nuestro lugar especial cerró y quizá nuestra memoria también se borre; que nunca bese tus ojos mientras dormías ni llegue a ser la mujer de tus pupilas.
Fuiste mi amigo, mi compañero, mi amante, me hiciste reír, me hiciste llorar, llegue a amarte y a desear que no volvieras nunca más, creaste dudas con tu silencio que el miedo me impidió gritártelas y luego de todo me pides que al final de tu vida me presente como la mujer más importante de ella. ¿Cuánto durará esa promesa?.
Y ahora estas saliendo de mi vida, sin honores y sin deshonra, ni siquiera hemos dicho adiós, solo se que no estarás aquí, que nuestras conversaciones terminaron, que la cama no nos acogerá una ocasión más y que no se cuando volverá tu perfume ni en que circunstancias.
Si me preguntas acerca de este final te diré que es mediocre, quizá porque los escasas líneas que aun tenemos por escribir no nos llevaran más allá de lo que llegamos, porque nuestra historia la escribimos en esta ciudad y a tu partida el cielo no nos brindo ni una estrella ni nuestros labios rozaron el último beso.
El del miedo a la soledad eras tú y ahora soy yo quien llora tu ausencia.